CUENTO DEL AMO DE
CASA (versión recopilada de
materiales para coeducar, edt Santillana)
Hace muchos, muchos años la mayoría de las mujeres eran amas de
casa: barrían, fregaban, lavaban. Cuidaban a los niños/as, los animales
domésticos, hacían las camas, cocinaban para toda la familia. En cambio, los
hombres salían de casa para ganar dinero trabajaban en distintos oficios:
médicos, pescadores, pastores, leñadores.
Pues bien en
esa época vivía con su mujer y sus tres hijos/as, un hombre muy bueno, pero muy
protestón.
El hombre se llamaba Rafael y era pescador, su mujer Juana, era
ama de casa.
Un día llegó Rafael, se sentó en la mesa para cenar y empezó a
protestar que si el pollo estaba malo,
que si no hay quien se lo coma, gritó y le dijo a su mujer:
-Llévatelo y tíralo a la basura.
Ella contestó y le dijo a Rafael que el pollo estaba muy bueno,
él ni siquiera lo había aprobado.
-¿Qué lo
pruebe? llévatelo y también la
ensalada que tiene un litro de vinagre.
Juana que se estaba
acostumbrando al mal genio de su marido, se sentó a cenar y le dijo a sus hijos:
-No os
preocupéis, vuestro padre está cansado y habrá tenido un mal día, no os
preocupéis.
Juana esperó hasta que llegó su marido del trabajo al día
siguiente y le propuso un cambio
-Rafael ¿qué te parece si mañana cambiamos nuestras faenas? yo
me iré a pescar y tú te quedarás al cuidado de la casa y de nuestros hijos/as,
así harás las cosas a tu gusto.
-¡De acuerdo! pensando Rafael que se iba a tomar por fin un día
de descanso.
Al día siguiente, Juana se fue a pescar, al principio los demás
pescadores se quedaron asombrados pero pronto la aceptaron con agrado, porque
supo hacer muy bien su trabajo.
Rafael se levantó tarde
y corrió a despertar s sus dos hijos mayores, que tenían que ir al
colegio.
¡Vamos fuera de la cama!
En la cocina tenéis leche y pan para desayunar, los niños no estaban
acostumbrados a prepararse el desayuno, así que derramaron todo, les dio una
manzana a cada uno y corrieron para el
colegio.
Rafael se quedó en casa tranquilo y respiró, porque la más
pequeña aún dormía, así que en 5 minutos prepararía la casa y haría una
exquisita comida él solito.
Rafael salió al jardín, soltó al perro, sin saber que su mujer
primero le daba de comer y después lo dejaba suelto. El perro que estaba muerto
de hambre corrió a la cocina y se puso a rebuscar dentro en la despensa y allí
se quedó.
En esto Rafael oyó llorar a su hija, subió corriendo a sacarla de la cuna, el hombre se quedó de
una pieza al encontrar al gato que estaba escondido bajo las sábanas de la cuna,
el pobre animal, al ver al perro en la casa, huyó.
El amo de casa, con la niña en brazos y las sábanas a cuesta bajó al lavadero y dejó
en remojo la ropa sucia, pero por más que buscó el jabón no lo encontró.
Paciencia, tengo tiempo, se decía, ahora voy a ir a la despensa
a reponer fuerzas pero... cuando abrió
la puerta se encontró al perro que se
había comido, el jamón, el chorizo.
Cuando vio aquello empezaron a aflojársele las piernas, el perro
se había comido el conejo que tenía
Juana preparado para que su marido lo cocinara.
Deseó darle un escarmiento al perro.
Trató de tranquilizarse y pensó en hacer una ensalada con huevos
duros, lechuga y tomate.
¡Ah la niña!, se acordó que
la había dejado gateando, fue a buscarla y contempló un espectáculo, la
niña era una croqueta rebozada en barro.
El bueno de Rafael la lavó y se la llevó a la tienda a comprar el jabón para lavar la ropa. Las
horas volaban y los niños estaban a punto de llegar.
Cuando regresó a su casa, un olor asqueroso salía de la cocina,
los huevos habían salido despedidos y
uno se estrelló junto en el reloj de la cocina, otro en la pared, el tercero
alcanzó un bote de aceite y el otro
había explotado en el suelo.
Antes de lo previsto Juana volvió de pescar, con el cesto lleno
de boquerones y pensaba como le habría
ido el día a su marido.
Juana se encontró la puerta abierta, entró en la cocina y no
pudo evitar una carcajada al ver a su marido
en el suelo con la niña y el perro.
Juana, estoy molido, y cuando vio la cara de su mujer se echo a
reír también.
Los dos se pusieron a
limpiar y ordenar la casa, él puso la mesa y la madre frió unos boquerones.
Comieron tranquilamente y Rafael
repetía lo bueno que estaban los boquerones, así fue perdiendo la
costumbre de protestar y Juana por su parte, acompañaba a su marido al mar de
vez en cuando.
Este cuento lo trabajé con mi alumnado de 5 años de hace un par de cursos y las actividades que realizamos fueros las siguientes:
1) Hablar de quien realiza las tareas en casa (En
todos los casos eran las madres casi en exclusiva, hay pocos padres que
colaboraban, les costaba entender que la realización de tareas de casa no es en
exclusiva de las mujeres pese que ya habíamos tratado varias veces el tema en
clase).
2) Lectura del cuento.
3) Debate sobre el cuento a través de diversas
preguntas comprensivas y valorativas.
Se volvió a incidir en que debemos colaborar todos en las tareas domésticas.
4) Dramatización del cuento por parte de algunos
alumnos/as.
5) Cada niño/a realizó un dibujo sobre el
cuento.